Análisis. La crisis incuba un nuevo dispositivo de poder
Néstor Kirchner sacralizó un axioma entre los suyos: las pizarras de las casas de cambio deben estar quietas. La disparada del dólar era, para él, un indicador de inestabilidad política. Es lo que está pasando. Los productores agropecuarios se paralizan por falta de gasoil. La vicepresidenta indica al Presidente, en público, qué debe hacer con la política económica y, señalando como ejemplo al exintendente de Avellaneda Jorge Ferraresi, propone realizar movilizaciones populares contra quienes se quejan por las arbitrariedades del Estado. Después dedica una filípica a los movimientos sociales, a los que rebautiza con su nombre original de “piqueteros”. El presidente de la Cámara de Diputados desarrolla la idea, delante de líderes opositores, de que el ministro de Economía debe ser reemplazado cuanto antes. La atmósfera del Frente de Todos se satura de versiones sobre cambios en cada sección del gabinete. La CGT se resiste a organizar un acto que pueda ser interpretado como un apoyo al Presidente. Para caracterizar la situación, el corrosivo Malcolm Gómez tuiteó ayer: “Gran gesto de Milagro, en su estado, de ir a saludar a este muerto”. En las encuestas, el prestigio de la clase política se derrumba sin excepción de banderías. En este contexto, alguien le pide a Alberto Fernández que tome la lapicera. Alguien distinto de Cristina Kirchner. Es el Fondo Monetario Internacional.